viernes, 23 de enero de 2009



"Entusiasmo es juventud"


La juventud no es un período en la vida, es una disposición del ánimo; es temple de la voluntad, calidad de la imaginación, vigor de los sentimientos, predominio del valor sobre la timidez, la sed de aventuras sobre el deseo de reposo... ésto existe a menudo en una persona de sesenta años más que en un joven de veinte.


A nadie envejecen los años. El único envejecedor del hombre es el abandono de los ideales. Los años dejan arrugas en la frente, la apatía las deja en el alma.


Preocupaciones, dudas, desconfianza de nosotros mismos, temores, abatimiento... éso es lo que doblega la frente antes erguida y deja cenizas donde se levantó prometedora la llama del espíritu.


A los sesenta años, lo mismo que a los dieciséis, hay en el ser humano un anhelo de lo maravilloso, el dulce arrobo de la noche estrellada, los propósitos y hechos estelares, la intrepidez vencedora del acontecimiento, la alegría en el juego de la vida, la inagotable, casi infantil apetencia que interroga: ¿y qué más?


En la medida de nuestra fe seremos jovenes y en la de nuestra duda, viejos. Jovenes según la confianza que en nosotros mismos tengamos y viejos según el temor que nos cohiba. Jovenes en proporción a nuestra esperanza y viejos conforme a nuestro desánimo.


Mientras capte nuestro corazón el mensaje de la hermosura, de la alegría, del valor, de la grandeza, del poder que irradia del hombre y de lo infinito, habrá juventud en nosotros.


Sólo cuando toda comunicación quede interrumpida, cuando la nieve del pesimismo y el hielo de la indiferencia hayan cubierto las estaciones receptoras de nuestro corazón, sólo entonces seremos realmente viejos. Y Dios tenga entonces piedad de nosotros...


Texto atibuído a Séneca

~4(a.C)~65(d.C)

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